Creen en el Tibet que el viento frío lo origina un gigante al soplarse los dedos. Vive este ser entre la soledad pura de las nieves, oculto a la gente, pero es goloso, y sale de vez en cuando a robar melones al huerto que en Kubi-Ja guardan las hijas del sol, armadas de los rayos de su poderoso padre. Por lo oído, el gigante, al intentar el robo de los melones solares, se quema los dedos, y se los alivia con un soplido gélido que se expande por la tierra como un escalofrío. Por eso las caravanas que recorren los altos valles de Liberia llevan siempre melones de regalo, que dejan nocturnos en las orillas de las carreteras para el blanco gigante polar.
Eso me contaron una vez, y lo he recordado esta misma mañana, ¡porque parece que muchos melones ha intentado robar estos días, mucho se quemó y mucho se sopla los dedos! Nosotros cerraremos las puertas en el Alabanda, mañana martes con la noche XXXV y también el domingo, con la historia completa de Fátima la egipcia, para que el calor de los cuentos apenas susurrados no se filtre, no se mezcle con el vaho congelado del gigante del frío. A la lumbre pasional de las historias, la risa y la sensualidad, estaremos a salvo.