Ondoyant

Me cuenta un querido amigo que en la ciudad de Hama, en Siria, desarrollaron una curiosa práctica medicinal: curaban resfriados, vértigos y pequeños dolores a base de columpiar a los pacientes sobre arena, mar, hierbas de olor o plantas medicinales. Mi amigo insistía en que ese fue el secreto para que las numerosas mujeres sirias y libanesas que hace cien años partieron en barcos hacia América del Sur no se mareasen en el trayecto: todas ellas habían acudido antes a Hama la melodiosa a que un iraní columpiador las tratase sobre grandes barreños de agua salada. Este operario era ciego y su técnica se basaba en armonizar con el doliente, meciéndolo con mayor o menor suavidad hasta que ambos sentires ondulaban a la par, el enfermo iba abriendo poco a poco y el mal se disipaba. Mi amigo me confesaba que si enfermara de melancolía, acudiría a Hama la melodiosa a columpiarse en un patio con una fuente en la que a mediodía beberían pájaros cantores. A columpiarse sobre los rosales.

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