Esta mañana en Ávila, contando en el cole de mi sobrina Julia a niños de 2-3 años, estábamos todos inmersos en un cuento participativo donde había una estructura fija que se repetía y los niños iban proponiendo animales cada cual más grande que el anterior. Todo va bien hasta llegar al elefante, claro, donde las voces se acallan. Pues hoy no. Hoy, al preguntar «¿hay acaso algún animal más grande que el elefante?» entre los murmullos se alzó la voz de un micurria de apenas dos años que lo tenía clarísimo: ¡¡¡MI PAPA!!!