Arek en Sudán del Sur

Hace unos meses, la ONG «Save the children» me encargó que escribiera una historia para ellos, ambientada en Sudán del Sur, para que fuera utilizada por profesores de alumnos a partir de los 10 años en España para abrirles una puerta a este mundo fascinante. Entonces escribí «Arek en Sudán del Sur». Tenéis más datos del proyecto y el cuento en la web de Save the Children, aquí, o podéis leerlo directamente en este post. Ojalá lo disfrutéis, y si sois profes y queréis compartirlo con vuestros alumnos, adelante, para eso es, pero luego no os vayáis sin contarme qué tal…

 

Ahí va:

Arek en Sudán del Sur

Por Héctor Urién

 

La historia que os contaré es una historia de verde brillante, de tonos ocres, marrones, rojos y azules. Es una historia que huele a selva, a caminos viejos, a pelaje, a agua corriente. Empieza esta historia mía en un lugar del planeta de cuyo nombre me acuerdo: Sudán del Sur, en el Nilo, África dentro de África. Sudán está dilatado de pueblecitos, de aldeas, y, en una de esas aldeas, vive una hermosa​ familia. El padre es pastor de cabras, la madre queda en la casa, y los hijos se dispersan. Por la noche se oyen burros rebuznar, no callan nunca, y aparte de las estrellas, se oyen los cuentos llover.

Un niño llamado Khamis sale por fin por la puerta. Va al colegio, sus zapatos, cuaderno, su camiseta. Recorre un camino viejo que ha de llevarle a la escuela. Camina Khamis al día cuatro horas entre ida y vuelta. Camina y anda y camina. Así, de lunes a viernes, la vida pasa redonda por delante de sus ojos.

Y de repente: lo extraño. Una noche oyeron burros, pero además de los burros, se escuchan unos camiones. Y a la mañana siguiente, unas casas han brotado junto a la suya. Casas ligeras, redondas, hechas de tela y de lona. Khamis se queda mirando una en concreto y de ella emergen dos chicos, bueno, son un chico y una chica, que se le acercan. Zapatos muy desgastados, camisetas y sonrisas.

-​Hola -dicen, y él responde:

​​-Hola. ¿Quiénes sois vosotros?

​-​Yo soy Arek, y él Correr.

​-​¿Correr te llamas?

​-​Sí, amigo. Mi madre me ha dado a luz en un camino de ida.

​-​Bueno-, y se encoje de hombros, Khamis.- ¿Venís al cole?

​-​Vale ​-​respondieron ellos.-​ Si se puede, allá que vamos.

 

Arek da un grito a su madre:

​-​¡Maaaaaaaadreeeeeeeee! ¡Queremos ir al colegio! ¿Podemos?

​La madre sale, observa al chico Khamis, su casa, ve a la madre de Khamis, que está en la puerta, secándose con un trapo. Ambas cambian las miradas, se entienden de un solo gesto. Luego la madre de Arek y Correr se acerca a ellos. Besa a la niña delgada, alta como una gacela, y al niño, algo más pequeño, lleva el oleaje en el pelo, la prisa del nacimiento. “Id a la escuela, queridos”. Los besa.

Y empiezan a caminar. La compañía silenciosa lleva a los tres en volandas. Dos horas, zapatos, sol, y por fin, llegan a clase. Llegan muchos otros niños. Niños y niñas, que vienen, cada uno de un lugar. Todos van en camisetas, todos pantalones cortos, uniforme hay y no hay. Y empieza la clase. Una profesora escribe en una pizarra y ellos, los niños, todos repiten lo dicho, comparten de dos en dos los libros que a mano tengan, todo es de todos ahora. Las palabras, el inglés, la medicina y la lengua.

Khamis, y todos, escuchan, de repente, otro rebuzno. Entonces los niños salen, la profesora no dice nada, los acompaña. Todos los niños apuran, salen ya las camisetas, salen cantando canciones, se juntan así en la plaza, quién vendrá… ellos sí saben. Niños que no han ido a clase también se unen a aquel grupo. De repente todos callan, se oye el silencio, y allí, tras una pared herida, a la vuelta de la esquina, escuchan otro rebuzno. Y entonces manos alzadas y gritos, todos a una, y se ponen a cantar, y vuelta la vista ven que viene… el biblio-burro. Una muchacha de luna guía un burro gris con alforjas, llenas de libros. Los niños, todos danzan al través, todos cantan y acompañan al burro y a su guiadora, hasta que este se detiene donde hay unos soportales, y los niños y las niñas se acercan llenos de dedos y cogen cada uno un libro. Y devuelven los que ya traían leídos. Khamis toma uno, y la chica y el chico que ahora también son amigos, quedan quietos. Khamis lo ve, se da cuenta, y coge tres para los tres. Y se sientan a leer, mientras tanto el biblio-burro marcha a otro pueblo. Los chicos locales leen esos libros, con tanto gusto y pasión… Khamis mira de reojo a sus dos amigos nuevos, detenidos en los libros, pero no como los otros niños los miran. Ellos los miran distinto.

Khamis se acerca, y pregunta:

-​¿Qué sucede? ¿No sabéis…?​

Entonces la niña Arek se levanta, da un respingo y va a la escuela, tras ella corre Correr. En la escuela, la maestra, de nuevo enseña. Ellos atentos, miran, anotan y escuchan.

Hora de irse. Sale Khamis, Arek, Correr, y empiezan a caminar hacia casa. Avanzado ya el camino y a la sombra de un Baobab, Khamis se para, y se sienta y lee su libro para todos. Una historia dibujada de piratas, manchas negras, acantilados y cofres, y un marinero que tiene una pierna nada más, y un muchacho que se enrola a navegar por el mar.

-​El mar…​ -ojos al aire, Correr-​ ¿cómo será el mar?

Se paran. Mirada arriba y se escuchan dentro. Lo imaginan un momento, como el Nilo pero en grande, en inmenso. Entonces Khamis le pide a Arek que lea un poco el suyo. Arek duda, luego mira, el libro y alarga el dedo. Lo abre, y ve la primera letra, que es una S, «​una serpiente del Nilo»​ -dice ella​-, “​una serpiente tremenda, y sumergida en las aguas y que se comió un pescado. Los hombres fueron con lanzas, y la cazaron, luego siguieron pescando.»​

Correr, con la boca abierta; Khamis la mira y pregunta:​

– ​¿Hay más cuentos?​

-Hay más cuentos. Pero hay que seguir andando, que se nos va a hacer de noche.

Y siguen, luego se paran. Y Khamis vuelve a leer, los tres se han acuclillado en el borde del camino, sobre sus flacos tobillos. Khamis está leyendo, y Correr insiste en ver los dibujos que acompañan al cuento. Los tres miran.

-Ahora tú, Arek, -dice Khamis. Arek abre y reconoce la S del cuento anterior, y va a la siguiente hoja. Hay un dibujo. Un globo sube y Arek, poniendo el dedo en el texto, lee el globo:

​- ​L​os hombres llenaron telas de soplidos y pudieron ver de dónde nacía el río. Nace de la nieve el río, los burros rebuznan tanto que la nieve se derrite. Si se murieran los burros, la nieve se acabaría, el río se secaría y las cabras morirían, y tendríamos que caminar el doble para ir por agua. Así que mejor que haya burros que rebuznen mucho, aunque durmamos peor.

Khamis ahora es todo ojos, un momento, y luego dice:​

-​Vamos, que se nos hace de noche.

Y así, envueltos en palabras, el camino se hace breve. No siempre dura lo mismo, y no importa lo que dure. Han tardado mucho más y han tardado mucho menos. Llegan al pueblo y allí se separan, uno va a su casa hecha de palos. Los otros dos a las tiendas de lona que se levantan un poquito más allá.

Esa noche los rebuznos se escuchan de otra manera. En lugar de molestar, o de no dejar dormir, los sienten como una nana, como una canción de cuna, hecha de nieve, de nieve que refresca en esa noche tan calurosa. Y después, a la salida del sol, ya está Khamis preparado: camisetas y bermudas; zapatos, cuaderno y lápiz, y el libro, bien abrazado. Vienen Arek y Correr a encontrarse donde ayer.

​-¿Vamos? -​Les dice Khamis.

​-​Vamos -​Le responden ellos.

Van alegres, llevan dentro, cuentos, corren al baobab, a sentarse acuclillados y a seguir contando historias. Khamis lee, y su cuento avanza, el mar ha quedado atrás, ahora hay náufragos y fuertes y esqueletos. Los tres comparten los sustos, la intriga, y se detienen.

​-​ Arek, lee uno de los tuyos. -​Dice Khamis.

Arek tiembla, un poco, aunque no se nota. Abre el libro, está la S, y el globo, y en la siguiente página hay una C, una C como la gruta… como su casa una vez.

-Una vez -​ lee y no lee Arek-, vino un viento a casa, fuerte, tanto que volcó la casa, y empezó a hacernos cosquillas. Se movía por todas partes, levantó mi camiseta y se hizo sentir… ¿Lo sabes? -​Preguntándole a Correr.

-¡No lo sé -​responde este -​, igual aún no había nacido!

​-​Aaaaaasí -​dice ella​.​

Y​ se lanza, sobre su hermano y le busca cosquillas por todo el cuerpo. Lo mismo juega Khamis, el libro queda de lado mientras juegan. Y agotados, lleno de risa el baobab, se quedan allí tumbados hasta que uno se levanta.

​-​¡Vamos! -dice, y continúan.

Sacan un poco de agua y haciendo voz de pirata… «​tomad ron», dice Khamis​; Correr rebuzna, y se ríen juntos los tres. Y siguen, y se detienen, el cuento de los piratas ha terminado feliz, llenos de oro van los tres, y Arek, que sigue leyendo cuentos enteros en letras, se fija ahora en una I:

-U​na vez un cocodrilo no encontró nada de cena, y se quedó tan finito como un palo, y se ponía sobre su cola, levantado, a ver si cazaba un pájaro, y fue un día y lo cazó, o eso creyó porque el pájaro ya pesaba más que él, y lo elevó por los aires, el cocodrilo se agarra como puede con sus dientes, pero mordiendo flojito, no se fueran a caer… Y así el pájaro llevó al Cocodrilo hasta el mar, donde ahora vive, en un barco con un barril de manzanas, y ahora nunca tiene hambre.

Cuando se quieren dar cuenta han llegado ya a la escuela. Guardan sus libros-tesoro, y atienden, y si la profe, pinta una C en la pizarra, Khamis se pone a soplar, y Arek y Correr se ríen.

Y luego volver a casa, y comenzar otra vez. Y se va haciendo la vida. Dejan libros, cogen otros, los niños todos se leen, avanzan en la lectura y en los cuentos que se cuentan.

Una mañana, Khamis espera a que llegue Arek con su hermano, pero tardan. Khamis está ahí sentado en cuclillas, dibujando serpientes y cocodrilos en la arena. El tiempo, que antes no había, importa algo de repente, la inquietud, la sensación… Finalmente se levanta y camina hacia las casas de lona, y ve que algunas las están echando abajo, Khamis corre, busca a Arek, y entre las casas de aire salen Arek y Correr.

-¿No venís?  -pregunta él. -Hoy viene el biblio-burro.

-No podemos ir, Khamis -​dice la chica delgada-. Nos marchamos a otro sitio.

Y entonces las manchas negras, los burros, los cocodrilos, las manzanas y la nieve todos callan en el aire… Khamis, también muy callado; Arek y Correr lo abrazan.

-​¿Nos volveremos a ver? -​Pregunta​-​, ¿vendréis a verme?

​-​Seguro -r​esponde ella-​. Estamos vivos, y estamos, aquí, en el mismo planeta. Volveremos a encontrarnos.

Y se fueron. Y se fue.

 

5 respuestas

  1. Para alguien, como yo, que trabaja en una biblioteca y que intenta, a pesar de todo, hacer llevar la magia de las historias, a los montones de usuarios que acuden cada día a nosotros, es una delicia encontrar cuentos como “Arek en Sudán del Sur” para comprobar agradecida que aún hay esperanza en la humanidad. Muchas gracias, Héctor, por mostrarnos esa esperanza a través de la narración.

Responder a Karen Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *