A LOS QUE CUENTAN ESTA NOCHE

Contar un cuento, como besar, es un arte efímero, que dura menos de lo que viven las mariposas o los mosquitos. Su principal cualidad es la muerte, por eso es necesario aprovechar su momento, porque luego el cuento volará a otro lugar. Pretender retenerlo, aprisionarlo, es entristecerlo.

Cuando contamos un cuento buscamos, como en Fantasía, hechizar un instante las escobas aunque sabemos que poco después volverán a ser escobas; necesitamos para eso darles un poquito de nosotros, de nuestra vitalidad, para que se enciendan y nos enciendan. Es necesario recordar que la magia está en nosotros, no en las escobas, y que el primer milagro de Jesús, maestro narrador que nunca escribió nada, consistió en tomar lo que para otros era simple barro moldeado e iluminarlo hasta echarlo a volar como un verdadero gorrión.

Así que haced los cuentos volar también en esta noche tan corta… Sed conscientes del juego y del momento, ofreced vuestra verdad para que el encanto funcione, encended con vuestra entrega los adjetivos y los paños de limpiar, y los balones de fútbol, los barcos, las rosas, los nacimientos… No tengáis miedo a que os miren con rayos x, para que el público os acompañe haciéndose pequeñito con vosotros, para que tras el prodigio de las escobas que bailan, de nuevo inanimadas, palmeen con ojos ardientes, gritando mudos: «¡hazlo otra vez!», para que el cuento contado se esfume, pero quedéis para siempre grabados en sus retinas.

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