A la espera del frío se asan cuentos de taberna. Se dice en Las mil y una noches, siguiendo una escatología (o ciencia de ultratumba) copiada por Dante, que el infierno respira dos veces al año: una espiración, que provoca el verano y la salida de las serpientes, mosquitos y escorpiones de su lugar natural, y una inspiración, donde el calor del mundo regresa para apuntalar las calderas de la diabólica ciudad de Dite, junto con las serpientes, los escorpiones y los mosquitos. Quiera Dios que nadie que lea estas palabras vaya (vayamos) al infierno, pero por lo que se sabe, allí hay más serpientes que en los desiertos libios. En Libia, cerca del palacio de Gadafi, hay registros recientes de gente que ha visto la anfisbena, una serpiente con dos caras de la que les dejo una simpática estampa arriba, y viven otros mil tipos escondidos; bálsamos y venenos para las enfermedades aún por curar.
Pero en fin, ya como digo las serpientes están a punto de regresar al ardoroso cubil, y el invierno irá devorando poco a poco los días, y encenderemos palabras para calentarnos el corazón. Los cuentos, en honor a Sheherezade, que es lo más parecido que tenemos los story-tellers a una santa patrona, deben contarse de noche y enmudecer al alba. El sultán marido de aquella it-girl oriental le daba tregua en lo que quedaba de noche para contar un cuento, y ella contaba sutil y callaba a la mañana para esperar al verdugo, ya que el juramento del sultán era matar a su esposa apenas rayase el alba. Entonces ella dejaba en un suspenso sus palabras, y ofrecía su cuello a las feroces garras del asesino, y el dilema pendía sobre el magín del soberano: «¿La mato y cumplo y me quedo sin conocer el final, o le hago una trampita a Dios, y si eso ya la mato mañana?». El deseo de escuchar una historia era más poderoso que el juramento, y así fue que la muchacha fue alargando sus días noche a noche, gracias a su capacidad de hacer de su vida un inmenso cuento sin verdadero final.
Y nosotros seguiremos celebrando a Sheherezade contándole a lo oscuro los martes, los jueves, los viernes, los sábados… mientras esperamos estas noches de invierno, que por largas y recogidas, hechas de amor exotérmico y sombras sugerentes, debieron de ser sus noches predilectas.