Si hay algo que ha fascinado a la humanidad durante milenios ha sido el significado mágico de los números. Las antiguas culturas de Ur, de Sumer, el nacimiento de la humanidad se apoyaba en una adoración a las matemáticas, a números como el 72, o al 432.000, que luego se traducían en las historias. Y el cuento viajaba literalmente cifrado, alcanzando las transparentes latitudes escandinavas, donde Odín el tuerto en la Guerra del lobo era acompañado por tantos contingentes de 800 guerreros como para atravesar, cada uno, 540 puertas.
La adoración de los números tiene su sentido en que la matemática es tan fría e implacable como la vida misma, y en el principio de los tiempos, viendo que todo se mostraba indiferente al ser humano, tenía todo el sentido que Dios fuera una ecuación. Luego llegarían las revoluciones, pero ahí quedó la Cábala, la serie de Fibonacci -que inventa las conchas y los movimientos de los gatos-… Y el poder de contar hacia delante y hacia atrás. Un amigo mío, artista muy querido y admirado, me confesó un día que siendo adolescente encontró en una librería de viejo un manual para visitar las vidas pasadas de cada cual. El libro era breve, y las instrucciones eran igualmente sencillas: basta contar cada día hasta un número, primero hacia delante y luego hacia atrás, sin perder la concentración, sin pensar en nada. Si lo consigues, a la noche siguiente le añades un número más. Y así: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7… 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1; buenas noches, mañana 8. El libro prometía que si llegabas a 100 sin perder la concentración, hacia delante y hacia atrás, tu alma dejaría tu cuerpo momentáneamente y ascenderías a encarnar una vida anterior, a conocerla. ¿Y llegaste? Pregunté escéptico y divertido. –Sí.
“De repente sentí que ascendía, abandonado el cuerpo. Subí dejando atrás la litera superior, donde estaba mi hermano, y atravesé el techo, uno y otro y otro, salí por el tejado y continué, hacia una nube brillante en la noche oscura… Entonces, a punto de alcanzar algo, me asusté y regresé, y nunca más lo intenté de nuevo.”
Me quedé helado de repente. ¿Hablas en serio?. –Sí.
No sé si alguna vez reuniré el valor y la disciplina para hacer la prueba: ya saben, llegar a contar hasta 100 hacia delante y hacia atrás. Ya tengo suficiente mística con contar una a una las mil y una noches… Se dice que cualquiera que las lee enteras o alcanza las 1001 contadas ve venir la muerte de frente. Ya les contaré…